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lunes, 31 de enero de 2011

SAN FRANCISCO Y LA NAVIDAD



Uno de los santos que más ha venerado la Navidad, ha sido sin duda San Francisco de Asís. El decía: “Desde el momento en que Cristo nació empezamos a ser salvados” 
 
La devoción de San Francisco por la fiesta de la Natividad de Cristo le venía, pues, ya desde los comienzos de su conversión, y era tan grande que solía decir: "Si pudiera hablar con el emperador Federico II, le suplicaría que firmase un decreto obligando a todas las autoridades de las ciudades y a los señores de los castillos y villas a hacer que en Navidad todos sus súbditos echaran trigo y otras semillas por los caminos, para que, en un día tan especial, todas las aves tuvieran algo que comer. Y también pediría, por respeto al Hijo de Dios, reclinado por su Madre en un pesebre, entre la mula y el buey, que se obligaran esa noche a dar abundante pienso a nuestros hermanos bueyes y asnos. Por último, rogaría que todos los pobres fuesen saciados por los ricos esa noche".

Una ocasión  que el  25 de diciembre cayó en viernes y los hermanos, en su ignorancia, se preguntaban si había que ayunar o no. Entonces fray Morico, uno de los primeros compañeros, se lo planteó a San Francisco y obtuvo esta respuesta: "Cometes un pecado  llamando 'día de Venus' (eso significa la palabra viernes) al día en que nos ha nacido el Niño. Ese día hasta las paredes deberían comer carne; y, si no pueden, habría que untarlas por fuera con ella". Su devoción era mayor que por las demás fiestas pues decía que, si bien la salvación la realizó el Señor en otras solemnidades –Semana Santa/Pascua–, ésta ya empezó con su nacimiento.
Sin embargo, lo más conocido de san Francisco con relación al nacimiento del Redentor fue la celebración de la nochebuena que escenificó en una cueva del monte, cerca del castillo de Greccio. Ya que en todo quería seguir las huellas de Cristo, de la manera mas concreta posible, al encontrar una gruta cerca de la navidad, sintió un gran deseo de  celebrar ahí la misa de Noche Buena, con los elementos que la tradición dice que estuvieron presentes en esa gloriosa noche.   
 
Y pues en la gruta armaron el pesebre, con el burro y la vaca. Mucha gente de los alrededores se dieron cita con cirios y antorchas.  Cuando Francisco proclama el Evangelio, y menciona al Niño Jesús… se relame los labios de la dulzura que esto le ocasiona. Una persona tuvo una visión, contempló que en el pesebre estaba un niño dormidito… y al acercarse Francisco, despertó lleno de alegría. Y pues no carece de sentido esta visión, puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados.  

Para San Francisco la Navidad también se actualizaba en cada Eucaristía, ya que ahí se hace presente en la hostia consagrada el Hijo de Dios hecho hombre.  No esperemos hasta diciembre para celebrar la navidad. 
 
Celebrémosla en cada oportunidad que tengamos de asistir a Misa.

domingo, 30 de enero de 2011

Nuestra Señora de Guadalupe



"Confiamos a Santa María de Guadalupe, Patrona de México y de todo  el continente, el destino de los pueblos americanos y de su nueva evangelización"
(S.S. Juan Pablo II, Enero 1999)


La Virgen Santísima se apareció en el Tepeyac, México, a san Juan Diego el martes 12 de diciembre de 1531, apenas diez años después de la conquista de México. La madre de Dios viene para dar a conocer el evangelio a sus hijos nativos del nuevo continente y para "mostrar y dar" todo su "amor y compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre". 

Como prueba de su visita la Virgen milagrosamente hizo que en aquel lugar aparecieran preciosas rosas de Castilla y que su imagen se quedara permanentemente en la tilma de su siervo. 

Durante cuatro días la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su propia lengua, el náhualtl. Al identificarse, María usó la palabra "coatlallope"; un sustantivo compuesto formado por "coatl" o sea, serpiente, la preposición "a" y "llope", aplastar; es decir, se definió como "la que aplasta la serpiente". Otros reconstruyen el nombre como "Tlecuauhtlapcupeuh" que significa: "La que precede de la región de la luz como el Aguila de fuego". De todas formas el vocablo náhualtl sonó a los oídos de los frailes españoles como el extremeño "Guadalupe", relacionando el prodigio del Tepeyac con la muy querida advocación que los conquistadores conocían y veneraban en la Basílica construida por Alfonso XI en 1340. En España existían dos advocaciones a la Virgen de Guadalupe, en Caceres y en La Gomera. Sin embargo la Guadalupe Mexicana es original. ¡La Virgen se comunicó de manera que la entendiesen tanto los indios como los españoles!.  

La Virgen de Guadalupe dio al indio Juan Diego un delicado trato de nobleza elevando proféticamente la condición de todo su pueblo. El Señor "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes".  Al mismo tiempo, La Virgen trajo reconciliación y no división entre los nativos y los españoles. Les ayudó a ambos a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie sino un don de amor para todos. La Virgen pide a Juan Diego que vaya al obispo. El obispo de México era Fray Juan De Zumárraga, franciscano. De esta manera la Virgen enseña que se debe someter a la autoridad legítima que Jesús estableció en la Iglesia.
Cuatrocientos años debieron pasar para que la cultura occidental reconociera admirada que la imagen impresa sobre el ayate indígena era un verdadero códice mexicano, un mensaje del cielo cargado de símbolos. Helen Behrens, una antropóloga norteamericana descubrió en 1945 lo que los ojos de los indios habían "leído" en la pintura de la "Madre del verdadero Dios por quien se vive" aquel diciembre de 1531.

Guadalupe propicia la Evangelización del continente
Los misioneros tenían poco éxito a pesar de su intensa labor, en gran parte por el mal ejemplo de muchos que llamándose cristianos, abusaban de ellos. Pero la Virgen de Guadalupe se presenta como mujer nativa y les enseñó que el regalo de la fe es para todos sin distinción. La imagen de la tilma es toda una catequesis (ver abajo). Resultado: En los 7 años después de las apariciones 8 millones de nativos se convirtieron a la fe católica. Esto representa un promedio de 3000 conversiones diarias. Si recordamos que por la predicación de San Pedro el día de Pentecostés se convirtieron 3000 hombres, podemos apreciar que la Virgen inició un verdadero Pentecostés que duró 7 años. 

La Virgen de Guadalupe continúa guiándonos a Jesús. Los milagros obtenidos por la Virgen son tan extraordinarios que no se puede menos que exclamar: "El poder divino está aquí". Dios Todopoderoso se complace en derramar sus dones por medio de aquella a quien El escogió para ser su madre.

El Santuario, Tepeyac
El Tepeyac
es el santuario mariano mas visitado del mundo, superando en visitas a Lourdes y Fátima. Cada año 20 millones de fieles se acercan a la venerada imagen para expresar a la Madre del Cielo el testimonio de su cariño y veneración. El día de la fiesta, el doce de diciembre, se calcula que casi tres millones de personas acuden al santuario.

En la actualidad la imagen milagrosa está en la nueva basílica construida junto a la antigua que se ha hundido notablemente. Los fieles pueden contemplar el cuadro desde una estera móvil que a sus pies se desliza para movilizar a los fieles y dar cabida a las multitudes que desean venerarla. Como en todo santuario mariano, la basílica de Guadalupe cuenta con una capilla del Santísimo donde los fieles constantemente adoran al Señor. 
La Basílica nueva tiene forma redonda que simboliza la tienda que albergaba el Arca de la Alianza en su marcha por el desierto; las lámparas interiores que cuelgan del techo recuerdan la nube que guiaba al pueblo de Dios día a día y la refulgente pared de oro que sostiene el cuadro, representa la columna de fuego y luz que indicaba el camino durante la noche.

Durante el proceso de estudio para para canonización de Juan Diego se estableció una comisión para estudiar su historicidad. El padre Fidel González fue asistido en esta labor por Eduardo Chávez Sánchez y José Luis Guerrero Rosado (Cf. «El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego», Editorial Porrúa, México 1999, 564 pp.). Presentaron 27 documentos o testimonios indígenas guadalupanos y 8 de procedencia mixta indo-española. Entre todos ellos, destaca el «El Nican Mopohua» y el llamado Códice «Escalada»

No se pueden explicar con elementos históricos algunos aspectos decisivos de la historia de México sin tener en cuenta el milagro de Guadalupe. Como, por ejemplo, el que, después una conquista dramática y tras dolorosas divisiones y contraposiciones en el seno del mundo político nahuatl, en un lugar significativo para el mundo indígena, en el cerro del Tepeyac, se levantara en seguida una ermita dedicada a la Virgen María bajo el nombre de Guadalupe. No explican tampoco cómo Guadalupe se convirtió en señal de una nueva historia religiosa y de encuentro entre dos mundos hasta ese momento en dramática contraposición.

.... Existen otras muchas pruebas históricas sobre la existencia de Juan Diego, como, por ejemplo, la tradición oral, fuente decisiva al estudiar a los pueblos mexicanos, cuya cultura era principalmente oral. Esta tradición, en esos casos suele obedecer a cánones bien precisos y, en el caso de Guadalupe, siempre confirma la figura histórica y espiritual de Juan Diego. Quien quiera profundizar en el aspecto histórico del vidente de Guadalupe, puede leer a continuación el artículo inédito escrito por una de las personalidades más competentes en la materia, Fidel González, presidente de la Comisión histórica sobre Juan Diego constituida por la Santa Sede. 

-Fuente: Zenit. 

La siguiente historia es tomada del escrito del indio Nican Mophua del XVI

Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a clase de catecismo y a la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro diciendo: "Juanito, Juan Dieguito".

Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?... sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive; del Creador cabe quien está todo; Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa pues yo soy vuestra piadosa madre;  a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen; oír allí sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores.

Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del obispo de México y le dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que mucho deseo, que aquí en el llano me edifique un templo: le contarás puntualmente cuanto has visto y admirado y lo que has oído... Hijo mío el más pequeño; anda y pon todo tu esfuerzo"  

Él se arrodilló y le dijo: "Señora mía, ya voy a cumplir tu mandado; por ahora me despido de ti, yo tu humilde siervo". Y se fue de prisa a la ciudad y camino al Palacio del Obispo, que era Fray Juan de Zumárraga, religioso franciscano.

Cuando el Obispo oyó lo que le decía el indiecito Juan Diego, no le creyó. Solamente le dijo: "Otro vez vendrás, hijo mío y te oiré más despacio, lo veré muy desde el principio y pensaré en la voluntad y deseo con que has venido".

Juan Diego se volvió muy triste porque no había logrado que se realizara su mensaje. Se fue derecho a la cumbre del cerro y encontró allí a la Señora del Cielo que le estaba aguardando. Al verla se arrodilló delante de Ella y le dijo: "Señora, la más pequeñas de mis hijas, Niña mía, fui a donde me enviaste a cumplir tu mandado; aunque con dificultad entré a done es el asiento del prelado; le vi y expuse tu mensaje, así como me advertiste; me recibió benignamente y me oyó con atención; pero en cuanto me respondió, pareció que no la tuvo por cierto... Comprendí perfectamente en la manera que me respondió, que piensa que es quizás invención mía que Tú quieres que aquí te hagan un templo y que acaso no es de orden tuya; por lo cual, te ruego encarecidamente, Señora y Niña mía, que a alguno de los principales, conocido, respetado y estimado le encargues que lleve tu mensaje para que le crean porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda, y Tú, Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, me envías a un lugar por donde no ando y donde no paro."

Ella le respondió: "Oye, hijo mío el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. Dale parte en mi nombre y hazle saber por enero mi voluntad, que tiene que poner por obra el templo que le pido."

Pero al día siguiente el obispo tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era necesaria alguna señal maravillosa para creer que era cierto que lo enviaba la misma Señora del Cielo. Y lo despidió.

El lunes, Juan Diego no volvió al sitio donde se le aparecía nuestra Señora porque su tío Bernardino se puso muy grave y le rogó que fuera a la capital y le llevara un sacerdote para confesarse. Él dio la vuelta por otro lado del Tepeyac para que no lo detuviera la Señora del Cielo, y así poder llegar más pronto a la capital. Mas Ella le salió al encuentro en el camino por donde iba y le dijo: “Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro que ya sanó... Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo, allí donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia.”

Juan Diego subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y exquisitas rosas de Castilla, siendo aquel un tiempo de mucho hielo en el que no aparece rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho o larga ruana blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la Señora del Cielo.
Ella le dijo: “Hijo mío el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla: Tú eres mi embajador, muy digno de confianza. Rigurosamente te ordeno que sólo delante del obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo; dirás que te mandé subir a la cumbre del cerrillo que fueras a cortar flores; y todo lo que viste y admiraste; para que puedas inducir al prelado a que te dé su ayuda, con objeto de que se haga y erija el templo que he pedido.”
Juan Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del Obispo le dijo: “Señor, hice lo que me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama, la Señora del Cielo, Santa María, preciosa Madre de Dios, que pedías una señal para poder creerme que le has de hacer el templo donde ella te pide que lo erijas; y además le dije que yo te había dado mi palabra de traerte alguna señal y prueba, que me encargaste, de su voluntad.

Condescendió a tu recado y acogió benignamente lo que pides, alguna señal y prueba para que se cumpla su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a verte; le pedí la señal para que me creyeras, según me había dicho que me la daría; y al punto lo cumplió: me despachó a la cumbre del cerrillo, donde antes yo la viera, a que fuese a cortar varias rosas de Castilla (...). Ella me dijo por qué te las había de entregar; y así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad; y también para que aparezca la verdad de mi palabra y de mi mensaje. He las aquí: recíbelas”.

Desenvolvió luego su blanca manta, y así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la Virgen María, Madre de Dios, tal cual se venera hoy en el templo de Guadalupe en Tepeyac. Luego que la vieron, el Obispo y todos los que allí estaban, se arrodillaron llenos de admiración. El prelado desató del cuello de Juan Diego la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo y la llevó con gran devoción al altar de su capilla. Con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón por no haber aceptado antes el mandato de la Virgen.

La ciudad entera se conmovió, y venían a ver y admirar la devota imagen y a hacerle oración; y le pusieron por nombre la Virgen de Guadalupe, según el deseo de Nuestra Señora. Juan Diego pidió permiso para ir a ver a su tío Bernardino, que estaba muy grave. El Obispo le envió un grupo de personas para acompañarlo. Al llegar vieron a su tío estaba muy contento y que nada le dolía. Y vinieron a saber que había quedado instantáneamente curado en el momento en que la Santísima Virgen dijo a Juan Diego: "No te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro de que ya sanó".

El Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada Señora del Cielo. La ciudad entera desfilaba para admirar y venerar la Sagrada Imagen, maravillados todos de que hubiera aparecido por milagro divino; porque ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen.
(hasta aquí el relato indio del siglo XVI).

La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más fino de algodón. La trama del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a través de ella, y la fibra del maguey es un material tan inadecuado que ningún pintor lo hubiera escogido para pintar sobre el.
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural, una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es imposible de describir aquí la rica y complicada simbología que contiene este cuadro-códice porque cada detalle de color y de forma es portador de un mensaje teológico.

El rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues en aquel momento todavía no habían mestizos de esa edad en México.

María asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza, rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. El cuadro que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac mide aproximadamente 66 x 41 pulgadas y la imagen de la Virgen ocupa unas 56 pulgadas del mismo. La Virgen está de pié y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradicionales "Inmaculadas". Esta oportuna inclinación evita que el empate que une las dos piezas del tejido caiga dentro de la faz de la Virgen. El manto azul salpicado de estrellas es la "Tilma de Turquesa" con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del portador. Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila. 

La Virgen de Guadalupe se presentó ante sus hijos como la Madre del Creador y conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere acogerlos a todos, indios y españoles, con un mismo amor de Madre. Con la prodigiosa impresión en el ayate comenzaba un nuevo mundo, la aurora del sexto sol que esperaban los mexicanos.

La imagen ha sufrido serios atentados y ha salido incólume de ácidos corrosivos y hasta de una bomba de gran tamaño que, en 1921, un desconocido escondió entre flores que malvadamente le ofrecía. Al explotar la bomba, causó gran destrucción. El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen quedó retorcido y sin embargo la imagen de la Virgen quedó intacta. El cristal del marco de su imagen no se rompió.  Ver estudios

Pío X proclamó a Nuestra Señora de Guadalupe "Patrona de toda la América Latina"; Pío XI, de "todas las Américas"; Pío XII la llamó "Emperatriz de las Américas"; y Juan XXIII, "La misionera celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas". En esta gran basílica Juan Pablo II beatificó al indio Juan Diego el 6 de mayo de 1990. 

En sus cuatro visitas a México, Juan Pablo II ha visitado el Tepeyac y honrado con profundo amor filial a la Virgen de Guadalupe a quien ha encomendado el continente Americano y su nueva evangelización. 

La Virgen de Guadalupe, defensora de la vida.
El Papa Juan Pablo II nos enseña que, ante la actual cultura de la muerte, encontramos esperanza en la Virgen de Guadalupe, la gran abogada y defensora de la vida humana. Ella apareció  embarazada. Los indios comprendieron que les visitaba la Madre de Dios. Tras la conversión, los indios cesaron de ofrecer sacrificios humanos que hasta entonces eran comunes. Por eso la Iglesia pide hoy día su intercesión para defender la vida contra el genocidio del aborto y otras amenazas contra los inocentes. 

En su cuarta visita a México, del 22 al 26 de enero de 1999, Juan Pablo II puso a los pies de la Virgen el  documento del sinodo de las Americas que en aquella ocasión entregó a la Iglesia como fundamento para la Nueva Evangelización que solo es posible por la obra del Espíritu Santo.  La Virgen es la que propicia la obra divina con su FIAT. Así es corredentora con su Hijo Jesucristo. La cuarta visita del Papa a México coincidió con el 26 aniversario de la legalización del aborto en USA, poniéndose así de relieve la gran batalla mundial por la dignidad de la vida humana. 

Estudios Científicos sobre la Imagen de la Virgen de Guadalupe 

Los asombrosos descubrimientos en torno al cuadro de la Virgen de Guadalupe tienen a los científicos en gran asombro. Se ha formado una comisión de científicos para investigar los fenómenos inexplicables de esta tela que era la ruana o poncho del indio Juan Diego.

La Fenómeno de la Tela
Lo primero que llama la atención de los expertos en textiles es que la tela del ayate sobre el que está la imagen de la Virgen es de fibra vegetal de maguey. Por su naturaleza, esta fibra se descompone por putrefacción en veinte años o menos. Así ha sucedido con varias reproducciones de la imagen que se han fabricado con este mismo tejido. Sin embargo el ayate de la imagen ha resistido mas de 470 años en perfecto estado de conservación. Por causas ininteligibles a los expertos, el ayate de la imagen es refractaria a la humedad y al polvo. 

La imagen de la Virgen de Guadalupe estuvo 116 años expuesta a las inclemencias del ambiente, sin protección alguna contra el polvo, la humedad, el calor, el humo de las velas y el continuo roce de miles y miles de objetos que fueron tocados a la venerada imagen, además del constante contacto de manos 

El Fenómeno de la Imagen
La pintura que cubre la tela es otro misterio. El sabio alemán Kuhn, premio Nobel en Química, ha estudiado esta pintura, y su respuesta dejó atónitos a los oyentes: "Estos colorantes no son ni minerales, ni vegetales, ni animales". No han podido explicar el origen de los pigmentos que dan color a la imagen, ni la forma en que esta fue pintado.  

Se podría pensar que la tela ha resistido tanto porque la habrían encolado y preparado de manera especial como a otras pinturas famosas, para que tuviera gran resistencia. Pero el Señor Callaga, del instituto espacial NASA, de Estados Unidos, la ha estudiado con aparatos de rayos infrarrojos y ha descubierto que la tela no tiene ningún engomado ni preservativos, y que no se puede explicar cómo esa imagen ha resistido cuatro siglos en un lienzo tan ordinario. Con estos rayos infrarrojos se ha descubierto que la imagen no tiene esbozos previos -como se ve en los cuadros de Rubens y Tiziano-, sino que fue plasmada directamente, tal cual se la ve, sin tanteos ni rectificaciones.

La imagen no tiene pinceladas. La técnica empleada es desconocida en la historia de la pintura. Es incomprensible e irrepetible.
 
El Fenómeno de las Pupilas

Un famoso oculista, Lauvvoignet, examinó con un poderoso lente la pupila de la Virgen, y observó, maravillado, que en el iris se ve reflejada la imagen de un hombre. Esto fue al principio de una investigación que condujo a los más inesperados descubrimientos.

Por medio de la digitalización se observa en la pupila de una fotografía todo lo que la persona estaba mirando en el momento de tomarse la foto. El Dr. Tosnman, especializado en digitalización,  le ha tomado fotografías a la pupila de la Virgen de Guadalupe. Después de ampliarlas miles de veces, logró captar detalles imposibles de ser captados a simple vista. ¡Ha descubierto lo que la Virgen miraba en el momento de formarse la imagen en la tilma de Juan Diego!

Los detalles que aparecen en las fotografías de la pupila de la Virgen de Guadalupe son: un indio en el acto de desplegar su ruana ante un religioso; un franciscano en cuyo rostro se ve deslizarse una lágrima; un hombre con la mano sobre la barba en señal de admiración; otro indio en actitud de rezar; unos niños y varios religiosos franciscanos más. O sea, todas las personas que según la historia de la Virgen de Guadalupe, escrita hace varios siglos, estaban presentes en el momento en que apareció la sagrada imagen.

Lo que es radicalmente imposible es que en un espacio tan pequeño, como la córnea de un ojo situado en una imagen de tamaño natural, aún el más experto miniaturista lograra pintar todas esas imágenes que ha sido necesario ampliar dos mil veces para poderlas advertir.

La ciencia moderna se queda sin explicaciones ante las maravillas de la imagen de la Virgen de Guadalupe.  Es una realidad irrepetible. Sobrepasa todas las posibilidades naturales, por lo que se puede decir que estamos ante un hecho sobrenatural. 

Una tilma que no se corrompe. Unos colores que no fueron pintados. Una pupila que contiene toda la escena y todas las personas del momento del milagro. Estamos ante una imagen que ni el tiempo ni los atentados de hombres llenos de odio han podido vencer.

La Virgen no se impone, no reta, no humilla a sus enemigos.  El milagro de su presencia en el Tepeyac es real pero muy sutil. Es un milagro que no aparece como tal a primera vista. Quiere ser mas bien confirmación de la verdad para ayudar a los corazones que se han endurecido pero que aun buscan.  

Para los sencillos de corazón los milagros no son necesarios para tener fe. Ellos captan por la gracia del Espíritu el amor solícito de la Madre del Cielo que viene por ellos. 

Los enemigos de la Virgen son muchas veces personas muy poderosas, pero pasan y se hacen polvo. La Virgen permanece como testigo del amor de Dios que es eterno. Ella ha querido ser un faro plantado en el corazón del continente Americano para atraer a todos a Cristo, Salvador y Vida Eterna, única esperanza ante la ruina en que se encuentra la humanidad.  Ella ha querido darnos un milagro para ayudar a las generaciones incrédulas. Ha querido demostrar con su característica humildad, que la ciencia tiene su función pero también sus límites.  Ella nos recuerda las palabras del ángel: "Para Dios nada es imposible". 

 
Oración a Nuestra Señora de Guadalupe
Patrona de México y Emperatriz de las Américas

"Madre Santísima de Guadalupe. Madre de Jesús,
condúcenos hacia tu Divino Hijo por el camino del Evangelio,
para que nuestra vida sea el cumplimiento generoso
de la voluntad de Dios
Condúcenos a Jesús,
que se nos manifiesta y se nos da en la Palabra revelada
y en el Pan de la Eucaristía
Danos una fe firme,
una esperanza sobrenatural
una caridad ardiente
y una fidelidad viva
a nuestra vocación de bautizados.
ayúdanos a ser agradecidos a Dios,
exigentes con nosotros mismos y llenos de amor
para con nuestros hermanos.
Amén"



sábado, 29 de enero de 2011

SAN JOSE DE CUPERTINO



Festividad: 18 de septiembre.
Fecha de beatificación:1753 por el papa Benedicto XIV.
Fecha de canonización: 16 Julio de 1767 por el papa Clemente XIII.
Nacionalidad: italiana.
Orden: franciscanos.
Patrón: estudiantes, pilotos, astronautas, aviadores, viajeros de avión.


José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino. Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el padre, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.

Triste niñez.
Murió el padre, y entonces la madre, ante la situación de extrema pobreza en que se hallaba, trataba muy ásperamente al pobre niño y este creció debilucho y distraído. Se olvidaba hasta de comer. A veces pasaba por las calles con la boca abierta mirando tristemente a la gente, y los vecinos le pusieron por sobrenombre el "Boquiabierta". Las gentes lo despreciaban y lo creían un poca cosa. Pero lo que no sabían era que en sus deberes de piedad era extraordinariamente fervoroso y que su oración era sumamente agradable a Dios, el cual le iba a responder luego de maneras maravillosas.

Un distraído desechable. A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.

Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven "no era bueno para nada", y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La madre no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante "inútil", y para deshacerse de él le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que le recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.

Cambio inesperado. Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.

Coincidencias agradables. Lo pusieron a estudiar para prepararse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: "Bendito el fruto de tu vientre Jesús". Estaba asustadísimo, pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: "Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar". Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: "Bendito sea el fruto de tu vientre".

Otra chiripa. Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: "¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?" y por ahí estaba haciendo turno para que lo examinaran, el José de Cupertino, temblando de miedo por si lo iban a descalificar. Y se libró de semejante catástrofe por casualidad.

Después de conocer la vida de San José, podemos notar que las "coincidencias o chiripas" se trataban más bien de Providencias de Nuestro Señor.

Fuertes penitencias. Ordenado sacerdote en 1628, se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo y consagración a los trabajos manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).

Un caso único y raro. Desde el día de su ordenación sacerdotal su vida fue una serie no interrumpida de éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales en un grado tal que no se conocen en semejante cantidad en ningún otro santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo, para qué se volviera insensible a lo que sucediera a su alrededor. Ahora se explicaban por que de niño andaba tan distraído y con la boca abierta. Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un corderito, lo echó al hombro, y al pensar en Jesús Buen Pastor, se fue elevando por los aires con cordero y todo.

Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por un campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.

Los 70 éxtasis. Ya sabemos que la Iglesia Católica llama éxtasis a un estado de elevación del alma hacia lo sobrenatural, durante lo cual la persona se libra momentáneamente del influjo de los sentidos (no oye, no siente) para dedicarse a contemplar lo que pertenece a la divinidad. La palabra éxtasis significa en griego: ser transportado hacia lo sobrenatural.

San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la santa Misa, o cuando estaba rezando los Salmos de la S. Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella, sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis de este santo. El más famoso sucedió cuando diez obreros deseaban llevar una pesada cruz a una alta montaña y no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y todo y la llevó hasta la cima del monte.

Prohibición de aparecer en público. Como estos sucesos tan raros podían producir verdaderos movimientos de exagerado fervor entre el pueblo, los superiores le prohibieron celebrar misa en público, ir a rezar en comunidad con los demás religiosos, asistir al comedor cuando estaban los otros allí, y concurrir a las procesiones u otras reuniones públicas de devoción.

Cuando estaba en éxtasis lo pinchaban con agujas, le daban golpes con palos, y hasta le acercaban a sus dedos velas encendidas y no sentía nada. Lo único que lo hacía volver en sí, era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía perdón a sus compañeros diciéndoles: "Excúsenme por estos 'ataques de mareo' que me dan".

Las levitaciones. En la Iglesia han sucedido levitaciones a más de 200 santos. Consisten en elevarse el cuerpo humano desde el suelo, sin ninguna fuerza física que lo esté llevando. Se ha considerado como un regalo que Dios hace a ciertas almas muy espirituales. San José de Cupertino tuvo numerosísimas levitaciones.

Un día llegó el embajador de España con la esposa y mandaron llamar a Fray José para hacerle una consulta espiritual. Este llegó corriendo. Pero cuando ya iba a empezar a hablar con ellos, vio un cuadro de la Virgen que estaba en lo más alto del edificio, y dando su típico pequeño grito, se fue elevando por el aire hasta quedar frente al rostro de la sagrada imagen. El embajador y su esposa contemplaban emocionados semejante suceso que jamás habían visto. El santo rezó unos momentos. Luego descendió suavemente al suelo, y como avergonzado, subió corriendo a su habitación, y ya no bajó más en ese día.

Besando al Niño Jesús. En Osimo, donde el santo pasó sus últimos seis años, un día los demás religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen María que estaba a tres metros y medio de altura, y darle un beso al Niño Jesús, y allí junto a la Madre y al Niño se quedó un buen rato rezando con intensa emoción, suspendido por los aires.

Su última misa. El día de la Asunción de la Virgen en el año 1663, un mes antes de su muerte, celebró su última misa. Y estando celebrando quedó suspendido por los aires como si estuviera con el mismo Dios en el cielo. Muchos testigos presenciaron este suceso.

Tratamientos duros. Muchos enemigos empezaron a decir que todo esto eran meros inventos y lo acusaban de engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos en Roma y este al darse cuenta que era tan piadoso y tan humilde, reconoció que no estaba fingiendo nada. Lo llevaron luego donde el Sumo Pontífice Urbano VIII el cual deseaba saber si era cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y de las levitaciones del frailecito. Y estando hablando con el Papa, quedó José en éxtasis y se fue elevando por el aire. El Duque de Hanover, que era protestante, al ver a José en éxtasis, se convirtió al catolicismo.

El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar como milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió cuidadosamente la vida de José de Cupertino y declaró: "todos estos hechos no se pueden explicar sin una intervención muy especial de Dios".

Getsemaní antes de la glorificación. Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La gente descubría dónde estaba y allá corrían las multitudes. Entonces lo enviaban a otro convento más apartado aún. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio "Rezad, no cansarse nunca de rezad. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que le pide recibe".

Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.

Que Dios nos enseñe con estos hechos tan maravillosos, que El siempre enaltece a los que son humildes y los llena de gracias y de bendiciones.


Tomado del Libro "Vidas de Santos" del P. Eliécer Sálesman

viernes, 28 de enero de 2011

SANTA CLARA DE ASIS





Clara significa: "vida transparente"

"El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre" -Santa Clara.

 De sus cartas:  Atiende a la pobreza, la humildad y la caridad de Cristo


Clara nació en Asís, Italia, en 1193. Su padre, Favarone Offeduccio, era un caballero rico y poderoso. Su madre, Ortolana, descendiente de familia noble y feudal, era una mujer muy cristiana, de ardiente piedad y de gran celo por el Señor.

Desde sus primeros años Clara se vio dotada de innumerables virtudes y aunque su ambiente familiar pedía otra cosa de ella, siempre desde pequeña fue asidua a la oración y mortificación. Siempre mostró gran desagrado por las cosas del mundo y gran amor y deseo por crecer cada día en su vida espiritual.

Ya en ese entonces se oía de los Hermanos Menores, como se les llamaba a los seguidores de San Francisco. Clara sentía gran compasión y gran amor por ellos, aunque tenía prohibido verles y hablarles. Ella cuidaba de ellos y les proveía enviando a una de las criadas. Le llamaba mucho la atención como los frailes gastaban su tiempo y sus energías cuidando a los leprosos. Todo lo que ellos eran y hacían le llamaba mucho la atención y se sentía unida de corazón a ellos y a su visión.

Su llamada y su encuentro con San Francisco. Cofundadora de la orden

La conversión de Clara hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San Francisco de Asís. En 1210, cuando ella tenía 18 años, San Francisco predicó en la catedral de Asís los sermones de cuaresma e insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes materiales. Al oír las palabras: "este es el tiempo favorable... es el momento... ha llegado el tiempo de dirigirme hacia El que me habla al corazón desde hace tiempo... es el tiempo de optar, de escoger..", sintió una gran confirmación de todo lo que venía experimentando en su interior.

Durante todo el día y la noche, meditó en aquellas palabras que habían calado lo más profundo de su corazón. Tomó esa misma noche la decisión de comunicárselo a Francisco y de no dejar que ningún obstáculo la detuviera en responder al llamado del Señor, depositando en El toda su fuerza y entereza.

Cuando su corazón comprendió la amargura, el odio, la enemistad y la codicia que movía a los hombres a la guerra comprendió que esta forma de vida eran como la espada afilada que un día traspasó el corazón de Jesús. No quiso tener nada que ver con eso, no quiso otro señor mas que el que dio la vida por todos, aquel que se entrega pobremente en la Eucaristía para alimentarnos diariamente. El que en la oscuridad es la Luz y que todo lo cambia y todo lo puede, aquel que es puro Amor. Renace en ella un ardiente amor y un deseo de entregarse a Dios de una manera total y radical.

Clara sabía que el hecho de tomar esta determinación de seguir a Cristo y sobre todo de entregar su vida a la visión revelada a Francisco, iba a ser causa de gran oposición familiar, pues el solo hecho de la presencia de los Hermanos Menores en Asís estaba ya cuestionando la tradicional forma de vida y las costumbres que mantenían intocables los estratos sociales y sus privilegios. A los pobres les daba una esperanza de encontrar su dignidad, mientras que los ricos comprendían que el Evangelio bien vivido exponía por contraste sus egoísmos a la luz del día. Para Clara el reto era muy grande. Siendo la primera mujer en seguirle, su vinculación con Francisco podía ser mal entendida. 

Santa Clara se fuga de su casa el 18 de Marzo de 1212, un Domingo de Ramos, empezando así la gran aventura de su vocación. Se sobrepuso a los obstáculos y al miedo para darle una respuesta concreta al llamado que el Señor había puesto en su corazón. Llega a la humilde Capilla de la Porciúncula donde la esperaban Francisco y los demás Hermanos Menores y se consagra al Señor por manos de Francisco.

Empiezan las renuncias

De rodillas ante San Francisco, hizo Clara la promesa de renunciar a las riquezas y comodidades del mundo y de dedicarse a una vida de oración, pobreza y penitencia. El santo, como primer paso, tomó unas tijeras y le cortó su larga y hermosa cabellera, y le colocó en la cabeza un sencillo manto, y la envió a donde unas religiosas que vivían por allí cerca, a que se fuera preparando para ser una santa religiosa.

Para Santa Clara la humildad es pobreza de espíritu y esta pobreza se convierte en obediencia, en servicio y en deseos de darse sin límites a los demás.

Días más tardes fue trasladada temporalmente, por seguridad, a las monjas Benedictinas, ya que su padre, al darse cuenta de su fuga, sale furioso en su búsqueda con la determinación de llevársela de vuelta al palacio. Pero la firme convicción de Clara, a pesar de sus cortos años de edad, obligan finalmente al Caballero Offeduccio a dejarla. Días más tardes, San Francisco, preocupado por su seguridad dispone trasladarla a otro monasterio de Benedictinas situado en San Angelo. Allí la sigue su hermana Inés, quien fue una de las mayores colaboradoras en la expansión de la Orden y la hija (si se puede decir así) predilecta de Santa Clara. Le sigue también su prima Pacífica.

San Francisco les reconstruye la capilla de San Damián, lugar donde el Señor había hablado a su corazón diciéndole, "Reconstruye mi Iglesia". Esas palabras del Señor habían llegado a lo más profundo de su ser y lo llevó al más grande anonadamiento y abandono en el Señor. Gracias a esa respuesta de amor, de su gran "Si" al Señor, había dado vida a una gran obra, que hoy vemos y conocemos como la Comunidad Franciscana, de la cual Santa Clara se inspiraría y formaría parte crucial, siendo cofundadora con San Francisco en la Orden de las Clarisas.

Cuando se trasladan las primeras Clarisas a San Damián, San Francisco pone al frente de la comunidad, como guía de Las Damas Pobres a Santa Clara. Al principio le costó aceptarlo pues por su gran humildad deseaba ser la última y ser la servidora, esclava de las esclavas del Señor. Pero acepta y con verdadero temor asume la carga que se le impone, entiende que es el medio de renunciar a su libertad y ser verdaderamente esclava. Así se convierte en la madre amorosa de sus hijas espirituales, siendo fiel custodia y prodigiosa sanadora de las enfermas.

Desde que fue nombrada Madre de la Orden, ella quiso ser ejemplo vivo de la visión que trasmitía, pidiendo siempre a sus hijas que todo lo que el Señor había revelado para la Orden se viviera en plenitud.

Siempre atenta a la necesidades de cada una de sus hijas y revelando su ternura y su atención de Madre, son recuerdos que aún después de tanto tiempo prevalecen y son el tesoro mas rico de las que hoy son sus hijas, Las Clarisas Pobres.

Sta. Clara acostumbraba tomar los trabajos mas difíciles, y servir hasta en lo mínimo a cada una. Pendiente de los detalles más pequeños y siendo testimonio de ese corazón de madre y de esa verdadera respuesta al llamado y responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos.

Por el testimonio de las misma hermanas que convivieron con ella se sabe que muchas veces, cuando hacía mucho frío, se levantaba a abrigar a sus hijas y a las que eran mas delicadas les cedía su manta. A pesar de ello, Clara lloraba por sentir que no mortificaba suficiente su cuerpo.

Cuando hacía falta pan para sus hijas, ayunaba sonriente y si el sayal de alguna de las hermanas lucía más viejo ella lo cambiaba dándole el de ella. Su vida entera fue una completa dádiva de amor al servicio y a la mortificación. Su gran amor al Señor es un ejemplo que debe calar nuestros corazones, su gran firmeza y decisión por cumplir verdaderamente la voluntad de Dios para ella.

Tenía gran entusiasmo al ejercer toda clase de sacrificios y penitencias. Su gozo al sufrir por Cristo era algo muy evidente y es, precisamente esto, lo que la llevó a ser Santa Clara. Este fue el mayor ejemplo que dio a sus hijas.

La humildad brilló grandemente en Santa Clara y una de las mas grandes pruebas de su humildad fue su forma de vida en el convento, siempre sirviendo con sus enseñanzas, sus cuidados, su protección y su corrección. La responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos no la utilizó para imponer o para simplemente mandar en el nombre del Señor. Lo que ella mandaba a sus hijas lo cumplía primero ella misma con toda perfección. Se exigía mas de lo que pedía a sus hermanas.

Hacía los trabajos mas costosos y daba amor y protección a cada una de sus hijas. Buscaba como lavarle los pies a las que llegaban cansadas de mendigar el sustento diario. Lavaba a las enfermas y no había trabajo que ella despreciara pues todo lo hacía con sumo amor y con suprema humildad.

"En una ocasión, después de haberle lavado los pies a una de las hermanas, quiso besarlos. La hermana, resistiendo aquel acto de su fundadora, retiró el pie y accidentalmente golpeó el rostro a Clara. Pese al moretón y la sangre que había salido de su nariz, volvió a tomar con ternura el pie de la hermana y lo besó."

Con su gran pobreza manifestaba su anhelo de no poseer nada mas que al Señor. Y esto lo exigía a todas sus hijas. Para ella la Santa Pobreza era la reina de la casa. Rechazó toda posesión y renta, y su mayor anhelo era alcanzar de los Papas el privilegio de la pobreza, que por fin fue otorgado por el Papa Inocencio III.

Para Santa Clara la pobreza era el camino en donde uno podía alcanzar mas perfectamente esa unión con Cristo. Este amor por la pobreza nacía de la visión de Cristo pobre, de Cristo Redentor y Rey del mundo, nacido en el pesebre. Aquel que es el Rey y, sin embargo, no tuvo nada ni exigió nada terrenal para si y cuya única posesión era vivir la voluntad del Padre. La pobreza alcanzada en el pesebre y llevada a su cúlmen en la Cruz. Cristo pobre cuyo único deseo fue obedecer y amar.

La vida de Sta. Clara fue una constante lucha por despegarse de todo aquello que la apartaba del Amor y todo lo que le limitara su corazón de tener como único y gran amor al Señor y el deseo por la salvación de las almas.

La pobreza la conducía a un verdadero abandono en la Providencia de Dios. Ella, al igual que San Francisco, veía en la pobreza ese deseo de imitación total a Jesucristo. No como una gran exigencia opresiva sino como la manera y forma de vida que el Señor les pedía y la manera de mejor proyectar al mundo la verdadera imagen de Cristo y Su Evangelio.

Siguiendo las enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y, aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar. Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió: "Santo padre: le suplico que me absuelva y me libere de todos mis pecados, pero no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo". A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros".

Mortificación de su cuerpo 

Si hay algo que sobresale en la vida de Santa Clara es su gran mortificación. Utilizaba debajo de su túnica, como prenda íntima, un áspero trozo de cuero de cerdo o de caballo. Su lecho era una cama compuesta de sarmientos cubiertos con paja, la que se vio obligada a cambiar por obediencia a Francisco, debido a su enfermedad.

Los ayunos. Siempre vivió una vida austera y comía tan poco que sorprendía hasta a sus propias hermanas. No se explicaban como podía sostener su cuerpo. Durante el tiempo de cuaresma, pasaba días sin probar bocado y los demás días los pasaba a pan y agua. Era exigente con ella misma y todo lo hacía llena de amor, regocijo y de una entrega total al amor que la consumía interiormente y su gran anhelo de vivir, servir y desear solamente a su amado Jesús.

Por su gran severidad en los ayunos, sus hermanas, preocupadas por su salud, informaron a San Francisco quien intervino con el Obispo ordenándole a comer, cuando menos diariamente, un pedazo de pan que no fuese menos de una onza y media.

La vida de Oración

Para Santa Clara la oración era la alegría, la vida; la fuente y manantial de todas las gracias, tanto para ella como para el mundo entero. La oración es el fin en la vida Religiosa y su profesión.

Ella acostumbraba pasar varias horas de la noche en oración para abrir su corazón al Señor y recoger en su silencio las palabras de amor del Señor. Muchas veces, en su tiempo de oración, se le podía encontrar cubierta de lágrimas al sentir el gran gozo de la adoración y de la presencia del Señor en la Eucaristía, o quizás movida por un gran dolor por los pecados, olvidos y por las ingratitudes propias y de los hombres.

Se postraba rostro en tierra ante el Señor y, al meditar la pasión las lágrimas brotaban de lo mas íntimo de su corazón. Muchas veces el silencio y soledad de su oración se vieron invadidos de grandes perturbaciones del demonio. Pero sus hermanas dan testimonio de que, cuando Clara salía del oratorio, su semblante irradiaba felicidad y sus palabras eran tan ardientes que movían y despertaban en ellas ese ardiente celo y encendido amor por el Señor.

Hizo fuertes sacrificios los cuarenta y dos años de su vida consagrada. Cuando le preguntaban si no se excedía, ella contestaba: Estos excesos son necesarios para la redención, "Sin el derramamiento de la Sangre de Jesús en la Cruz no habría Salvación". Ella añadía: "Hay unos que no rezan ni se sacrifican; hay muchos que sólo viven para la idolatría de los sentidos. Ha de haber compensación. Alguien debe rezar y sacrificarse por los que no lo hacen. Si no se estableciera ese equilibrio espiritual la tierra sería destrozada por el maligno". Santa Clara aportó de una manera generosa a este equilibrio.

Milagros de Santa Clara

La Eucaristía ante los sarracenos

En 1241 los sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos experimentaron en ese momento tan terrible oleada de terror que huyeron despavoridos.

En otra ocasión los enemigos atacaban a la ciudad de Asís y querían destruirla. Santa Clara y sus monjas oraron con fe ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron sin saber por qué.

El milagro de la multiplicación de los panes

Cuando solo tenían un pan para que comieran cincuenta hermanas, Santa Clara lo bendijo y, rezando todas un Padre Nuestro, partió el pan y envió la mitad a los hermanos menores y la otra mitad se la repartió a las hermanas. Aquel pan se multiplicó, dando a basto para que todas comieran. Santa Clara dijo: "Aquel que multiplica el pan en la Eucaristía, el gran misterio de fe, ¿acaso le faltará poder para abastecer de pan a sus esposas pobres?"

En una de las visitas del Papa al Convento, dándose las doce del día, Santa Clara invita a comer al Santo Padre pero el Papa no accedió. Entonces ella le pide que por favor bendiga los panes para que queden de recuerdo, pero el Papa respondió: "quiero que seas tu la que bendigas estos panes". Santa Clara le dice que sería como un irespeto muy grande de su parte hacer eso delante del Vicario de Cristo. El Papa, entonces, le ordena bajo el voto de obediencia que haga la señal de la Cruz. Ella bendijo los panes haciéndole la señal de la Cruz y al instante quedó la Cruz impresa sobre todos los panes.

Larga agonía

Santa Clara estuvo enferma 27 años en el convento de San Damiano, soportando todos los sufrimientos de su enfermedad con paciencia heroica. En su lecho bordaba, hacía costuras y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó "Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene esta santa monjita".

Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos.

San Francisco ya había muerto pero tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba. La santa repetía: "Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan".

El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, y dos días después de que su regla sea aprobada por el Papa, se fue al cielo a recibir su premio. En sus manos, estaba la regla bendita, por la que ella dio su vida.

Cuando el Señor ve que el mundo está tomando rumbos equivocados o completamente opuestos al Evangelio, levanta mujeres y hombres para que contrarresten y aplaquen los grandes males con grandes bienes.

Podemos ver claramente en la Orden Franciscana, en su carisma, que cuando el mundo estaba siendo arrastrado por la opulencia, por la riqueza, las injusticias sociales etc., suscita en dos jóvenes de las mejores familias el amor valiente para abrazar el espíritu de pobreza, como para demostrar de una manera radical el verdadero camino a seguir que al mismo tiempo deja al descubierto la obra de Satanás, aplastándole la cabeza.  Ellos se convirtieron en signo de contradicción para el mundo y a la vez, fuente donde el Señor derrama su gracia para que otros reciban de ella.

El Señor en su gran sabiduría y siendo el buen Pastor que siempre cuida de su pueblo y de su salvación, nunca nos abandona y manda profetas que con sus palabras y sus vidas nos recuerdan la verdad y nos muestran el camino de regreso a El. Los santos nos revelan nuestros caminos torcidos y nos enseñan como rectificarlos.

Tras los pasos de Santa Clara en Asís

En la Basílica de Sta. Clara encontramos su cuerpo incorrupto y muchas de sus reliquias.

En el convento de San Damiano, se recorren los pasillos que ella recorrió. Se entra al cuarto donde ella pasó muchos años de su vida acostada, se observa la ventana por donde veía a sus hijas. También se conservan el oratorio, la capilla, y la ventana por donde expulsó a los sarracenos con el poder de la Eucaristía.

Hoy las religiosas Clarisas son aproximadamente 18.000 en 1.248 conventos en el mundo.

miércoles, 26 de enero de 2011

si importante es compartir el pan, más importante lo es si éste lo acompañamos con alegría


Uno de los santos más entrañables en la historia de la iglesia es San Francisco de Asís. 

Todos sabemos de él algo importante: su humildad y su alegría de vivir. 

Cuentan de él y de la comunidad en la que vivía, que en Cuaresma realizaban tremendos ayunos. Una noche, cuando todos los frailes se encontraban retirados en las celdas del convento, escuchó los gemidos de un hermano; se levantó y fue donde estaba el hermano que lloraba. Se acercó y le preguntó: 

- Hermano, ¿qué te pasa? El fraile respondió: 

- Lloro porque me muero de hambre

Francisco ni corto ni perezoso, despertó a todos los hermanos y les explicó que el ayuno está muy bien, pero que no pueden dejar que un hermano se muera de hambre. Pero como no está bien que dejen al hermano comer solo, para que éste no pase vergüenza, todos deben acompañarle. Así que los hizo levantarse a todos y se dirigieron al comedor. Y la comida se convirtió en una fiesta. Es verdad que en la mesa no había más que un pan y unos pocos rábanos, pero, eso sí, estaban bien regados por la alegría común. Está bien dar de comer al hambriento; está mucho mejor compartir todos juntos la humilde alegría que tenemos.

Es verdad que uno se pone a pensar que repartir un pan hoy, me reporta un sano gozo cristiano, pero nos inunda la desesperación de cómo vamos a realizarlo mañana.
Es evidente que nadie, nunca, será capaz de curar todo el mal del mundo, pero yo me atrevo a decirte: si importante es compartir el pan, más importante lo es si éste lo acompañamos con alegría.

"Quien tenga pan, que lo reparta; quien tenga pan y una sonrisa, que distribuya los dos. Quien tenga sólo una sonrisa, que no se sienta pobre e impotente: que reparta sonrisa y amor". Esto lo dice José Luis Martín Descalzo.

No pierdas en tu vida la capacidad de amar, no pierdas en tu vida la capacidad de apreciar el amor; porque el planeta Tierra es redondo como el dinero, bueno, el de antes, y todo ello te indica que el mundo da muchas vueltas y todo corre muy aprisa; hoy eres tú el que da el pan, mañana puede ser que seas tú quien lo está recibiendo. Pero si hay algo que no cambia e irá donde vaya tu destino, será la sonrisa y el amor con que tú das lo que recibes. Porque el hambre volverá mañana, pero el recuerdo de haber sido querido por alguien permanecerá floreciendo en el alma.

El hambre del buen fraile seguro que volvió, pero de lo que nunca se olvidará será del gesto de amor que tuvieron sus hermanos al compartir con él la mesa a esas horas de la noche.
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lunes, 24 de enero de 2011

Cuando la alabanza desborda... 2



Parte 2

En algunas de sus alabanzas tan personales a san Francisco le gustaba repetir que Dios es "el Bien supremo", que El es "todo Bien", que es "el Bien total", que "Solo El es bueno". En Dios no hay división: El es solo Bien y lo es infinitamente. Quien canta esto, quien lo saborea de verdad, acabará viendo el bien de Dios en toda criatura. Su asombro no tendrá límite. Está ya en el camino de la reconciliación y lleva a sus hermanos a él.

El día en que su médico le dijo que su mal era incurable y que solo le quedaba muy poco tiempo de vida, san Francisco llamó a sus hermanos para que cantaran de nuevo el Cántico de las Criaturas. Sin embargo había que añadir otra estrofa: "Loado seas Señor por nuestra hermana la muerte corporal..." Había que acoger a la muerte cantando. Porque, si es verdad que Cristo atravesó la muerte , entonces nuestra muerte física entra en el universo de la reconciliación. Y así, de ser el último enemigo, se convierte en "hermana". Ella ya no podrá separarnos del Creador. Gracias a Cristo nos hará pasar a una vida que será más de Dios. Lo único que el hombre puede temer es el alejarse de Dios. Pero la muerte corporal, a la que nadie puede escapar, el hombre puede saludarla con la alabanza, porque se ha convertido en la última realización en él del Misterio Pascual.

Si el Cántico termina englobando incluso a la muerte corporal es que la alabanza tiende hacia la totalidad. Hacia ella nos lleva la necesidad de ver todas las cosas en su relación viva con el Creador. No puede excluir nada, ni dejar nada fuera. Es el mismo impulso del amor: Encontrar en todo a Aquel a quien se ama. Es el mismo impulso de la adoración : atribuir todo a Aquel que da.

Sin embargo, si Cristo no hubiera atravesado el mal más negro, el más absurdo, una alabanza así resultaría sospechosa. Se sentiría una negación irresponsable de la realidad del mal. Solamente la Resurrección de Cristo nos permite afirmar que "todo es nuestro, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el porvenir .Todo es nuestro si nosotros somos de Cristo como Cristo es del Dios."

En algunos textos hímnicos san Pablo nos dice que todo ha sido reconciliado por Cristo y que todo está destinado a ser recapitulado en El.. Quien canta no puede detenerse en una constatación prudente. Su canto es un impulso hacia Dios, un impulso que incluye a todo lo que pueda serlo.


por: Frère François- Taize

Cuando la Alabanza desborda...




(parte 1)


Por su extrema pobreza San Francisco de Asís se hizo hermano de todos los hombres. Quería no estar por encima de nadie: se ponía con los más pobres, con los excluidos, y así extendía a todos ellos la comunión de Cristo. A sus hermanos les exigía que, por su vida y su lenguaje, presentaran el Evangelio de tal manera que jamás nadie más pobre que ellos se sintiera desanimado ni herido.

Al mismo tiempo san Francisco era un hombre de alabanza. Supo, quizás más que ningún otro santo, comunicar el gusto por la alabanza, el sentido del asombro. Todavía hoy su vida nos parece elevada por un impulso interior, una especie de exultación cada vez más pura. Continuamente invitaba a sus compañeros a alabar y a bendecir, a cantar y a celebrar. Su famoso Cántico de las Criaturas, el Cántico del Hermano Sol, no ha perdido nada de su frescura.; se continúa cantando.

Lo que llama la atención en la figura de san Francisco es cómo estaba al mismo tiempo totalmente elevado hacia Dios y completamente abierto a los hombres, especialmente a los más desfavorecidos. En él estos dos aspectos se penetraban mutuamente. Bebiendo en la Fuente, la alabanza desbordaba en amistad por todos, y la pobreza compartida multiplicaba el asombro.

Cuando un día una grave disputa causó la división entre los habitantes de Asís, san Francisco envió a sus hermanos a cantar el Cántico de las Criaturas en medio de aquellos que ya no llegaban a reconciliarse y que estaban a punto de llegar a la violencia. Los invitaba, con un canto de alabanza , a abrir sus corazones a esa realidad infinitamente más bella que el tema de sus disputa : el Amor sobreabundante del Creador del que todas sus criaturas son testigos, y devolver así la paz a sus corazones.

Para esta ocasión San Francisco añadió una nueva estrofa a su cántico, ya que más que nunca había que alabar a Dios por esos hombres y mujeres capaces de "perdonar", de "soportar el mal", de "perseverar en la paz." ¿Acaso no son ellos testigos muy especiales del Amor que Dios nos tiene?

La historia dice que al escuchar el canto de los hermanos , los habitantes de Asís se llenaron de una profunda emoción. Esta increíble alabanza hizo derretirse sus corazones y abrió el camino a un perdón recíproco, a una auténtica reconciliación.

Alabanza y Paz están unidas. Quien alaba a Dios se abre a El, se llena de El. Mientras permanecemos replegados sobre nosotros mismos el espíritu divisor nos puede. El mal que sentimos dentro de nosotros lo proyectamos a nuestro alrededor, nos sentimos amenazados. Es como si para mantenernos tuviéramos necesidad de oponernos.

Pero quien alaba a Dios recibe lo que El es. Y Dios es Paz, es Unidad, es Amor. Cuando el hombre canta lo que Dios es para nosotros, pierde sus miedos, sus resentimientos. Se pierde en El, se deja "encantar". Y una paz que sobrepasa todos los razonamientos invade el corazón.



por: Frère François- Taize

jueves, 20 de enero de 2011

Padrenuestro de San Francisco



Oh santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro.

Que estás en el cielo: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para el conocimiento, porque tú, Señor, eres luz; inflamándolos para el amor, porque tú, Señor, eres amor; habitando en ellos y colmándolos para la bienaventuranza, porque tú, Señor, eres sumo bien, eterno bien, del cual viene todo bien, sin el cual no hay ningún bien.

Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la sublimidad de la majestad y la profundidad de los juicios.

Venga a nosotros tu reino: para que tú reines en nosotros por la gracia y nos hagas llegar a tu reino, donde la visión de ti es manifiesta, la dilección de ti perfecta, la compañía de ti bienaventurada, la fruición de ti sempiterna.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, gastando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio de tu amor y no en otra cosa; y para que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, atrayéndolos a todos a tu amor según nuestras fuerzas, alegrándonos del bien de los otros como del nuestro y compadeciéndolos en sus males y no dando a nadie ocasión alguna de tropiezo.

Danos hoy nuestro pan de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo: para memoria e inteligencia y reverencia del amor que tuvo por nosotros, y de lo que por nosotros dijo, hizo y padeció.

Perdona nuestras ofensas: por tu misericordia inefable, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.

Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que lo perdonemos plenamente, para que, por ti, amemos verdaderamente a los enemigos, y ante ti por ellos devotamente intercedamos, no devolviendo a nadie mal por mal , y nos apliquemos a ser provechosos para todos en ti.

No nos dejes caer en la tentación: oculta o manifiesta, súbita o importuna.

Y líbranos del mal: pasado, presente y futuro.

Gloria al Padre...

martes, 18 de enero de 2011

Un poco de historia

Fundador de la orden franciscana. Hijo de un rico mercader llamado Pietro di Bernardone, Francisco de Asís era un joven mundano de cierto renombre en su ciudad. En 1202 fue encarcelado por unos meses a causa de su participación en un altercado entre las ciudades de Asís y Perugia. Tras este lance, aquejado por una enfermedad e insatisfecho con el tipo de vida que llevaba, decidió entregarse al apostolado y servir a los pobres. En 1206 renunció públicamente a los bienes de su padre y vivió a partir de entonces como un ermitaño.

San Francisco de Asís (Óleo de El Greco)

San Francisco de Asís predicó la pobreza como un valor y propuso un modo de vida sencillo basado en los ideales de los Evangelios. El papa Inocencio III aprobó su modelo de vida religiosa, le concedió permiso para predicar y lo ordenó diácono. Con el tiempo, el número de sus adeptos fue aumentando y Francisco comenzó a formar una orden religiosa, la de los franciscanos. Además, con la colaboración de santa Clara, fundó la rama femenina de su orden, que recibió el nombre de clarisas.



El amigo de los animales y patrono de los Lobatos
San Francisco de Asís es el patrono de los Lobatos, por ser el protector de los animales y especialmente de los lobos.
Fue un niño alegre aficionado a los juegos y cantos como cualquier otro niño. Había nacido en una pequeña ciudad europea llamada Asís en 1182 y allí vivió toda su infancia en compañía de sus padres. Disfruto su juventud en compañía de sus amigos y con ellos malgastaba todo el dinero que ganaba trabajando en el mismo oficio de su padre, el comercio.
Durante la adolescencia de Francisco, Asis, su ciudad natal se encontraba en guerra de liberación contra Alemania y por ello se vinculo a la milicia como soldado. En la Batalla de Collestrada, cayo prisionero, permaneciendo en la cárcel por un año; en este tiempo enfermo gravemente y luego de su enfermedad volvió a Spoleto donde decidió cambiar su forma de vida, luego de tener un sueño donde una voz le decía: "¿Dime, a quien debes seguir, al amo o al siervo?. Posteriormente volvió a Asís y comenzó un periodo de soledad y oración en busca del Señor.
Francisco se dirigió luego a una arruinada iglesia llamada "San Damian" y una voz desde el crucifijo le dijo: "Francisco, reconstruye mi Iglesia". Francisco comenzó a vestir de túnica como los pobres y al ver esto once mas le siguieron; unos se dedicaron a cuidar leprosos, otros a jornalear pero sin recibir ningún dinero a cambio. Estos se llamaron a si mismos Franciscanos que querían servir a los pobres, los oprimidos y los incapaces.
Mientras Francisco se encargo con sus seguidores de reparar algunas capillas de su pueblo, entre ellas la de San Damian y la de la Porciuncula, muchos fueron los que se unieron a su labor y Francisco con ellos, quiso organizar una comunidad religiosa y pidió la aprobación al Papa Inocencio II quien se la dio después de haber tenido un sueño donde vio la Basilica de Letran inclinada a punto de caerse y sostenida por un frailecillo como Francisco.
Una vez en Gubbio, toda la gente comentaba con pavor todos los desastres que hacia un lobo y le rogaban a Francisco que no se le acercara. Este no les hizo caso y se dirigió hacia el animal que se le abalanzo con sus fauces abiertas. Pero Francisco hizo la señal de la cruz deteniéndole y haciéndole cerrar su boca y le dijo: "Ven aquí hermano lobo. En nombre de Cristo te prohibo que en adelante hagas daño a nadie" El lobo fue a echarse a los pies de Francisco y bajo la cabeza. Francisco le dijo: "Hermano lobo, he sabido de los atroces crímenes que has cometido en toda la comarca... por lo cual merecías justicia como el peor de los asesinos y es muy natural que los habitantes de Gubbio te aborrezcan. Quiero sin embargo reconciliarte con ellos."
El lobo en señal de aceptación de aquellas palabras le tendió su pata a San Francisco. Después de esto los habitantes de Gubbio se comprometieron a dar de comer al lobo si este no volvería a atacarlos y en cambio les ayudaría en lo que pudiera. Desde entonces San Francisco es considerado el patrono de los animales, ya que profesaba por ellos un gran amor y protección, al igual que por la plantas y toda la naturaleza, en especial, por el Hombre.



La carrera del Conejito
Relato de San Francisco de Asís y Fray León

Un día San Francisco, en compañía de fray León, se encuentra de camino hacia el anochecer. Fray León dice:

- Padre, no podemos ir adelante. Dentro de poco será de noche y no veremos al andar.

- Tienes razón, hijo mío -responde el santo-. ¿Ves aquel cacerío? Iremos allí y pediremos posada para esta noche en nombre del Altísimo.

En el caserío vive una vieja labradora rezongona. La mujer no conoce a san Francisco, y no se fía de los dos peregrinos. Con un tono de voz desagradable dice:

- No tengo si
tio en casa. Si les agrada, pero sólo por esta noche, pueden quedarse en el establo. No hay vacas, yo estoy sola y no podría cuidarlas.

Así que los dos frailes se preparan a pasar la noche en aquel establo pequeño y húmedo. Dan gracias a Dios, luego fray León, bostezando, se acuesta sobre un montoncito de heno, durmiéndose enseguida.

San Francisco se queda despierto y reza a Dios por largo tiempo.

En un rincón del establo, dentro de una jaula angosta y maloliente, hay un conejito completamente blanco. Tiene los ojos rosáceos dulcísimos y melancólicos.

A la mañana siguiente, al salir el sol, los dos frailes salen del establo restregándose los ojos. Es una espléndida jornada de primavera. Delante del caserío se extiende un prado de hierba tierna humedecida por el rocío.

La labradora ya se ha levantado y está sacando agua del pozo. San Francisco dice cortésmente a la mujer:

- Gracias por habernos hospedado esta noche. Pero dime, ¿por qué tienes ese conejito dentro del establo?

La mujer responde malhumorada:

- ¿Y dónde habría de tenerlo según tú, en la cocina?

San Francisco muy cortésmente dice:

- Ese pobre animalito seguramente no ha visto nunca la luz del sol, y se encontraría de seguro feliz si pudiera corretear un poco por el prado.

La mujer deja caer el caldero en el pozo, se pone las manos a la cintura y dice:

- Pero vosotos, pobres frailes, ¿qué vais a saber de animales? Si yo lo dejase libre,¡el conejo se escaparía!

- Yo te prometo -dice san Francisco con mucha cortesía- que no escapará.

- Tengo verdadera curiosidad de probar -dice la mujer moviendo la cabeza-. Pero, si el conejo escapa, partiréis con el hacha aquella pila de lena.

- Está bien -dice san Francisco sonriendo-. Fray León, vete a coger el conejo.

El fraile corre en seguida a la cuadra y vuelve trayendo el conejo por las orejas.

- Despacio, despacio -dice san Francisco-. Dámelo a mí. El santo sostiene en sus brazos al animalito asustado y tembloroso. Lo acaricia largamente, y luego con delicadeza lo posa sobre la hierba al borde del prado.

El conejito había nacido en la cuadra y allí había crecido. Nunca había visto un prado. Olisqueaba la hierba, frota en ella el morrito y luego, dando un gran salto, echa a correr.

La mujer grita:

- ¡Ya ha escapado! ¿No os lo había dicho yo? ¡Adiós mi conejo!

Pero el conejito, después de haber corrido por todo el prado a lo largo y ancho, vuelve a trás y se acurruca jadeante y feliz a los pies de san Francisco.

La labradora no acaba de hacerse cruces, y san Francisco dice:

- Yo te pido, oh mujer, que dejes todos los días al hermano conejo correr un poco por el prado.

La labradora con un tono muy humilde dice:

- ¡Te lo prometo, te lo prometo!

- Y ahora -dice san Francisco a fray León-, antes de marchar, armémonos de hacha y partamos la leña de esta buena mujer.