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martes, 31 de enero de 2012

OH SEÑOR, HAZ DE MI UN INSTRUMENTO DE TU PAZ




‎" OH SEÑOR, HAZ DE MI UN INSTRUMENTO DE TU PAZ"...
por Rubén Cedeño-Del Libro Francisco.




¿Qué es ser un instrumento de Paz? Es no ser agresivo, no amenazar a nadie, no responder mal, no hacer sufrir a la gente, no encubrir nuestros daños bajo el nombre de otro. No hacemos nada predicando y pidiendo LA PAZ a los demás, si nosotros no somos completametne pacíficos e inofensivos en nuestra manera de hablar, pensar y proceder. Al ser pacíficos, expresarnos y conducirnos en PAZ, por radiación,hacemos que todos los que nos rodean, poco a poco, se vayan contagiando con esta PAZ y sean pacíficos. Francisco decía: " Que la paz que anuncian con sus palabras esté primero en sus corazones". 

Lleva siempre en tus labios, en tu mente y en tu corazón: " Yo Soy la PAz de Dios".

SUPEREMOS LAS DIFICULTADES EN LA RELACIÓN


 por Sebastián Wernicke





Si has encontrado una persona en tu vida que la consideras valiosa, que tiene cualidades positivas, virtudes, con quién llegaste a tener una buena relación, comprensión, amor desinteresado, que te ha hecho feliz, que te valora, te atiende, te protege, se interesa en tus planes y está dispuesto a trabajar por el fortalecimiento del amor en esa relación, esa es una persona por la que vale la pena luchar, volverlo a intentar, buscarla, pedirle perdón y que se den una segunda oportunidad. Hablo de cualquier relación: tu pareja, tu padre, tu madre, tu hijo, tu hermano, tu instructor, tu jefe o tu mejor amigo.

Una pelea, una discusión, una bronca o un error que haya cometido, aún si te ha hecho daño, no es razón suficiente para acabar con esa relación. En toda relación hay ajustes de personalidades, choques de carácter y hasta heridas de muerte, pero si no es ahí, ¿en dónde vamos a aprender el perdón?

En el nivel de la relación personal es que aprendemos a vencer las barreras del odio que separan a las personas, y luego a las familias, a las ciudades, países y razas, y que ha sido el origen de todas las guerras. El Amor Universal, que es el amor hacia toda forma de vida sin excepciones, el amor que es capaz de dar la vida incluso por alguien que no te ama. Ese amor comienza en la relación.

Es muy común que la gente, cuando libra batallas fuertes en una relación, opte por terminarla, y que cada quién siga su propio rumbo. Entonces se van por los caminos del mundo en busca de ese amor ideal, del príncipe azul o la princesa dorada, creyendo que encontrarán el sustituto perfecto para la persona que psicológicamente ‘mataron en vida’. Y la encuentran, por un tiempo, hasta que vuelve a haber enfrentamientos, vuelve a salir el carácter de cada quién y vuelve a haber heridos.

La única batalla que tenemos que librar, y lo podemos hacer desde la primera vez, con la primera persona, es la batalla contra nuestra propia personalidad, y no contra la personalidad del otro. Siempre hay algo que queremos que el otro cambie, que no nos gusta, no estamos de acuerdo, podría hacerlo diferente, podría decirlo de otra manera, y quizás sea cierto, pero nosotros también tenemos lo nuestro que el otro quiere que cambiemos.

Sólo si hay amor de verdad vamos a pelear con todas nuestras fuerzas para vencer nuestro carácter. Porque si éste es más fuerte y causa una separación, vamos a sentir que se acaba nuestra vida, que nos quedamos sin aliento, y que habiendo “resuelto” la batalla contra el carácter del otro, perdimos la guerra y nos quedamos solos, fallamos en el amor.

San Francisco de Assisi llegó un día al pueblo de Gubbio, en Italia, y la gente salió a su encuentro para decirle que estaban organizando un grupo de gente para ir en busca de un lobo feroz que estaba aterrorizando al pueblo y querían matarlo. Francisco les pidió que se lo dejaran a él, y se fue en busca del lobo. Al encontrarlo, habló con él, y le dijo que fuera bueno, que no podía vivir aterrorizando a la gente y comiéndose a las gallinas, que eran sus hermanas y debía amarlas también. El lobo se sintió avergonzado. Sus ojos entristecidos le dijeron a Francisco que él no quería hacer daño, pero que estaba en su naturaleza esa ferocidad y que necesitaba alimentarse. Entonces Francisco, movido por la compasión, tomó al lobito entre sus brazos, acariciando su cabeza, y toda la ferocidad del lobo se desvaneció y se le quitó el deseo de comer gallinas. Francisco regresó al pueblo feliz con su hermano lobo y se lo dejó a la gente del pueblo para que lo cuidaran. Se convirtió en la mascota preferida de todos y el amigo inseparable de los niños, y nunca más le faltó el alimento. Sus restos descansan hoy en la Iglesia de “San Francisco de la Paz”, en Gubbio, Italia.

Paz, esa es la cualidad que más nos hace falta y que va a acabar con esta guerra interior. Ese lobito somos nosotros, y la ferocidad del lobo es la ferocidad de nuestro carácter, que es arrogancia, orgullo, frialdad, dureza, soberbia, altanería, desprecio, enojo, irritación, intolerancia, todo lo cual nos vuelve violentos, agresivos y nos hace “morder” la mano de quién nos ama. Así es como muchas veces hemos hecho daño, incluso a las personas que más amamos. San Francisco representa a nuestro Dios Interior, que también llamamos el Alma, el Cristo Interno, la Chispa Divina, y que es la Sabiduría Amorosa que nos permite identificar la ferocidad y acabar con ella. Somos nosotros los que debemos amansarnos, y nos podemos permitir que esas cualidades destructivas de nuestra personalidad se instalen, diciendo que “así es como somos y no podemos hacer nada para cambiarlo”. ¡Sí podemos, y lo vamos a hacer!

Amansemos nuestro carácter con determinación, manteniéndonos supremamente alertas, atentos, despiertos, observando cada pensamiento, sentimiento, palabra y acción. ¡Puede hacerse! ¡Todos los Maestros de Sabiduría lo hicieron en el pasado y nosotros lo haremos ahora!

Esta afirmación puede ayudarte a mantener el estado de alerta, para que tu lobito interior permanezca en paz. A mi me ha funcionado a las mil maravillas. Es como tener un bozal permanente en la boca del lobo: “Yo Soy humilde de corazón. Yo Soy manso de carácter. Yo Soy sensible al dolor de toda vida en todas partes”. Memoriza esta afirmación y repítela como un mantram todas las veces que lo necesites. Vas a ver que el resultado es extraordinario.