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domingo, 13 de febrero de 2011

06 VIDA DE SAN FRANCESCO De nuevo en casa


Enfermo física y moralmente, volví a mi ciudad natal, Asís, después de pasar un año en la cárcel de Perusa.
conversacion
Permanecí encerrado en casa por largo tiempo, hasta reponerme casi del todo. Luego torné a las andadas: a encontrarme con los amigos de antes, a sentarme en torno a la buena mesa, a rondar por la noche entonando cantos de amor y de amigo, a soñar... Y quise hacer realidad, de nuevo, el sueño de grandeza: llegar a ser "caballero". Se me presentó una ocasión de oro. Salía una expedición de Asís presidida por el conde Gentile, que debía unirse en la Pulla con Gualterio de Brienne, que dirigía las huestes pontificias, en nombre de Inocencio III, en contra de ciertas pretensiones imperialistas. Esperaba consagrarme "caballero" en el mismo campo de batalla. Un buen caballo bien equipado y hechos todos los preparativos, me sumé a la comitiva del conde Gentile, que se dirigía a Espoleto.
Al llegar a esta ciudad, tuvimos noticias de la muerte de Gualterio. Debido a este contratiempo, que me truncaba las aspiraciones del joven que llevaba dentro, junto con la fiebre que de nuevo me acosaba, tuve que guardar reposo. Fue tiempo de reflexión, de sueños que parecían querer dar razón a mis deseos, aunque al mismo tiempo me inquietaban, me interrogaban.
sueno
Sucedió lo siguiente: uno de esos días de mucha fiebre, revuelta la mente por los anhelos de grandeza y los obstáculos que encontraba, me detuve en sueños en un palacio grande y lujoso, con grandes salas y pasillos, y entre estas suntuosas paredes vi abundantes armas, selladas con la cruz, y una bellísima esposa. Esto me sucedió varias veces. En cierta ocasión me llamaron por mi nombre y yo dije que quería ir a la Pulla a combatir, y me respondieron: "¿Quién puede favorecer más, el siervo o el señor?" "El Señor", respondí yo. Y la voz: "¿Por qué buscas entonces al siervo en lugar de al Señor?" Y en aquel momento quedé desconcertado, como Samuel, y dije: "¿Qué quieres que haga, Señor?" Y él me respondió: "Vuélvete a la tierra de tu nacimiento, porque yo haré que tu visión se cumpla espiritualmente".
Yo no sé si entonces entendí algo o nada. Lo cierto es que, enfermo, volví a casa. Había sido el punto de mira de todos los ojos de Asís en mi marcha, pero lo era también a mi regreso, y a la admiración de entonces se unió el cuchicheo de todos por mi poco valor, por mi flojera, por mi poca valía...
En casa pasé mucho tiempo con ese aguijón de querer comprender el sueño y no descifrarlo..., cargado de calentura, desencajado, enfermo...